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Comer solo es una decepción. Pero no comer importa más, es hueco y verde, tiene espinas como una cadena de anzuelos, saliendo del corazón, arañándote las entrañas. El hambre se siente como tenazas, como la mordedura de los cangrejos; quema, quema, y no tiene pelaje. Sentémonos pronto a comer con todos los que no han comido; extendamos grandes manteles, pongamos sal en los lagos del mundo, montemos panaderías planetarias, mesas con fresas en la nieve, y un plato como la luna misma del que todos podamos comer. Por ahora no pido más que la justicia de comer.