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Creo que es de interés nacional que el gobierno esté al lado de las personas de fe que trabajan para mejorar la vida. Entiendo que en el pasado algunos miembros del Gobierno hayan dicho que éste no puede estar al lado de los creyentes. Permítanme decirlo más claramente: el gobierno no puede gastar dinero en programas religiosos simplemente porque hay un rabino en el tablón, una cruz en la pared o una media luna en la puerta. No sólo lo veía como una mala política social -porque la política dejaba de lado las grandes obras de compasión y sanación que tienen lugar-, sino como una discriminación.