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  • En efecto, en la vida no existe la oscuridad absoluta; los ojos se rebelan y se apresuran a llenar el vacío haciendo flotar chispas, motivos oníricos, figuras caprichosas y figuras grotescas, cambiantes y revestidas de colores complementarios, para apaciguar las copas y los bastoncillos indignados de la retina.

    Gelett Burgess (1916). "El romanticismo de los lugares comunes