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  • A veces, la vida es dura, tan dura como el acero del crisol. Tiene sus momentos sombríos y dolorosos. Como el agua siempre fluyente de un río, la vida tiene sus momentos de sequía y sus momentos de crecida. Como el ciclo siempre cambiante de las estaciones, la vida tiene el calor calmante de los veranos y el frío penetrante de sus inviernos. Pero a través de todo ello, Dios camina con nosotros. No olvides nunca que Dios es capaz de elevarte de la fatiga de la desesperación a la flotabilidad de la esperanza, y de transformar los valles oscuros y desolados en senderos iluminados por el sol de la paz interior.