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Ningún hombre se ha atrevido jamás a manifestar su aburrimiento de forma tan insolente como lo hace un gato siamés cuando bosteza ante la importunidad amorosa de su esposa.
Ningún hombre se ha atrevido jamás a manifestar su aburrimiento de forma tan insolente como lo hace un gato siamés cuando bosteza ante la importunidad amorosa de su esposa.