-
Tenemos que ser más amables unos con otros, más gentiles e indulgentes. Tenemos que ser más lentos a la hora de enfadarnos y más prontos a la hora de ayudar. Necesitamos extender la mano de la amistad y resistir la mano de la retribución. En resumen, necesitamos amarnos unos a otros con el amor puro de Cristo, con auténtica caridad y compasión y, si es necesario, con sufrimiento compartido, porque así es como Dios nos ama.