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Independientemente de la reacción de los demás, una cosa es cierta: La verdadera adoración y devoción harán que nuestras vidas sean fragantes y perfumarán el ambiente que nos rodea. Nuestros hogares, nuestras iglesias, incluso nuestros lugares de trabajo llevarán el dulce aroma de nuestra devoción. Y lo que es más importante, el Señor Jesús estará complacido. Y, en última instancia, eso es lo que realmente importa.