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Sé, quizá mejor que nadie, lo que significa la depresión, y lo que es sentir que me hundo cada vez más bajo. Sin embargo, en el peor momento, cuando llego a las profundidades más bajas, tengo una paz interior que ningún dolor o depresión puede perturbar en lo más mínimo. Confiando en Jesucristo, mi Salvador, todavía hay una bendita quietud en las profundas cavernas de mi alma.