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La mente, abandonada a sí misma, crea monstruosidades, y no sólo en las galerías de arte. Fíjense en nuestros paisajes urbanos y páramos industriales. Ninguna civilización ha producido jamás tanta fealdad.
La mente, abandonada a sí misma, crea monstruosidades, y no sólo en las galerías de arte. Fíjense en nuestros paisajes urbanos y páramos industriales. Ninguna civilización ha producido jamás tanta fealdad.