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Si adoptamos una visión desprejuiciada de los procesos de la conciencia, libre de todas las llamadas reglas y teorías de asociación, veremos de inmediato que una idea no es más una cosa relativamente constante que un sentimiento, una emoción o un proceso volitivo. Sólo existen procesos ideacionales cambiantes y transitorios; no hay ideas permanentes que vuelvan y desaparezcan de nuevo.