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No creo que se pueda buscar seriamente y encontrar el tesoro inestimable de la llamada de Dios sin una vida de oración devota. Es ahí donde Dios habla. El propósito de la oración y de la llamada de Dios en tu vida no es que seas el número uno a los ojos del mundo, sino que Él sea el número uno en tu vida. Debemos estar dispuestos a ser eclipsados mientras brillamos para Dios. Oímos muy poco sobre ser más pequeños en nuestra propia autoestima.