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Mozart tiene la pureza clásica de la luz y del océano azul; Beethoven la grandeza romántica que pertenece a las tempestades del aire y del mar, y mientras el alma de Mozart parece morar en las cumbres etéreas del Olimpo, la de Beethoven escala estremecida las laderas azotadas por la tormenta de un Sinaí. ¡Benditos sean ambos! Cada uno representa un momento de la vida ideal, cada uno nos hace bien. Nuestro amor se debe a ambos.