-
He hecho un gran descubrimiento. Ya no creo en nada. Los objetos no existen para mí salvo en la medida en que existe una compenetración entre ellos y yo. Cuando se alcanza esta armonía, se llega a una especie de inexistencia intelectual, lo que sólo puedo describir como una sensación de paz, que hace que todo sea posible y correcto. La vida se convierte entonces en una revelación perpetua. Ésa es la verdadera poesía.