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Te despiertas y sientes... ¿qué? Pesadez, un dolor interior, un peso, sí. Un suave arrugamiento de la carne. Una sensación como si todas las superficies de tu interior estuvieran en carne viva. Una voz en tu cabeza... no, no son voces, no es como oír voces, nada tan loco, sólo tu propia voz interior, la que dice: "Gira a la izquierda en la esquina" o "No olvides parar en correos", sólo que ahora dice: "Me odio a mí mismo". Dice: "Quiero morir".