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Porque los historiadores deben ser precisos, veraces y totalmente desprejuiciados, y ni el interés ni el miedo, ni el odio ni el afecto, deben hacerles desviarse del camino de la verdad, cuya madre es la historia, la rival del tiempo, la depositaria de las grandes acciones, la testigo de lo pasado, el ejemplo y la instrucción del presente, la vigilante del futuro.