-
El rico, cuando contribuye a un plan permanente para la educación de los pobres, debe reflexionar que está proveyendo para la de sus propios descendientes; y el pobre que concurre a una provisión para los que no son pobres, que en un día no lejano podrá ser disfrutada por descendientes suyos. No hace falta una larga vida para ser testigo de estas vicisitudes de la fortuna.