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El gran poder y la responsabilidad de Estados Unidos no carecen de precedentes, y se han utilizado con moderación y gran beneficio en el pasado. No hemos asumido que la superfuerza garantice la supersabiduría, y hemos tendido sistemáticamente la mano a la comunidad internacional para asegurarnos de que nuestro propio poder e influencia estén atemperados por el mejor juicio común.