La transición del libro de un autor a su conversación es con demasiada frecuencia como la entrada en una gran ciudad, después de una perspectiva lejana. A lo lejos, no vemos más que agujas de templos y torreones de palacios, y nos la imaginamos como la residencia del esplendor, la grandeza y la magnificencia; pero cuando hemos cruzado las puertas, la encontramos perpleja de estrechos pasajes, deshonrada con despreciables casas de campo, abarrotada de obstrucciones y nublada por el humo.