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No me hables de tu religión; muéstramela primero en cómo tratas a los demás. No me digas cuánto amas a tu Dios; demuéstramelo en cuánto amas a todos los hijos de Dios. No me prediques tu pasión por tu fe; enséñamela a través de tu compasión por el prójimo. Al final, no me interesa tanto lo que tienes que contar o vender como la forma en que eliges vivir y dar.