-
Como creyentes, ¿cómo no ver que el aborto, la eutanasia y el suicidio asistido son un terrible rechazo del don de la vida y del amor de Dios? Y como creyentes, ¿cómo no sentir el deber de rodear a los enfermos y a los desamparados con el calor de nuestro afecto y el apoyo que les ayude a abrazar siempre la vida?