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  • Nada hay más despreciable que la vejez de un hombre apasionado. Cuando el vigor de la juventud le falla, y sus diversiones se desvanecen con la repetición frecuente, su rabia ocasional se hunde por la decadencia de la fuerza en la melancolía; esa melancolía, por falta de novedad y variedad, se convierte en habitual; el mundo se desvanece a su alrededor, y él se queda, como lo expresa Homero, para devorar su propio corazón en la soledad y el desprecio.

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