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Empecé The Body Shop en 1976 simplemente para crear un medio de vida para mí y mis dos hijas, mientras mi marido, Gordon, recorría las Américas. No tenía formación ni experiencia y mi única perspicacia empresarial era el consejo de Gordon de que aceptara ventas de 300 libras a la semana. Nadie habla del espíritu empresarial como supervivencia, pero eso es exactamente lo que es y lo que alimenta el pensamiento creativo.