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En el fondo de todo este asunto subyacen dos principios sencillos que pueden resumirse en dos reglas. La primera es que, cuando hay que elegir, la bebida más suave es siempre la mejor, no sólo la más segura, sino la mejor. La segunda es que ningún bebedor realmente ilustrado bebe nunca cuando tiene trabajo que hacer. Hay, por supuesto, más que esto; pero son suficientes para el principiante, e incluso el virtuoso nunca las supera.