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Nunca olvides, ni siquiera por un instante, que la única razón que tiene alguien para quitarte el arma es hacerte más débil que él, para que pueda hacerte algo que tú no le permitirías hacer si estuvieras equipado para impedirlo. Esto vale para ladrones, atracadores y violadores, y aún más para policías, burócratas y políticos.