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  • A la clase dirigente no le importa la seguridad pública. Después de haber dificultado enormemente que los Estados y las localidades se autovigilen, después de haber dejado a los ciudadanos de a pie sin otra opción que protegerse lo mejor que puedan, ahora intentan quitarnos las armas. De hecho, nos culpan a nosotros y a nuestras armas de la delincuencia. Esto es tan erróneo que no puede tratarse de un error honesto.

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