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Los campos están aún maduros para la siega (cf. Jn 4,35); Dios sigue dando el crecimiento (cf. 1 Co 3,6). Podemos y debemos creer, con la tardía Pope John Paul II, que Dios está preparando una nueva primavera para el cristianismo (cf. Redemptoris Missio, 86). Lo que se necesita sobre todo, en este momento de la historia de la Iglesia en América, es una renovación de ese celo apostólico que inspira a sus pastores a buscar activamente a los perdidos, a vendar a los heridos y a dar fuerza a los que languidecen (cf. Ez 34, 16).