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Estoy seguro de que nunca hubo un pueblo que tuviera más razones para reconocer la interposición divina en sus asuntos que el de los Estados Unidos; y me dolería creer que han olvidado esa intervención, que se manifestó tan a menudo durante nuestra Revolución, o que han dejado de considerar la omnipotencia de ese Dios que es el único capaz de protegerlos.