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  • Tenemos que comprometernos de nuevo con la causa de Cristo. Debemos captar el espíritu de la Iglesia primitiva. Dondequiera que iban los primeros cristianos, daban un testimonio triunfal de Cristo. Ya fuera en las calles de los pueblos o en las cárceles de las ciudades, proclamaban con audacia las buenas nuevas del Evangelio.