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Hay que ser extremo para ser excepcional. No podía regodearme en ser el número uno. Tenía que llegar a cero. Cuando mi forma física estaba en su apogeo, era intimidante. Hacía ceder a los chicos. Estaban abatidos en el vestuario después de los partidos, y yo salía a correr, como si no fuera suficiente. Se lo restregaba en la cara. Quise hacer eso.