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Cristo oró por los que lo crucificaron: 'Padre, no les tomes en cuenta este pecado; no saben lo que hacen'. El archidiácono Esteban rezó por los que lo apedreaban para que el Señor no juzgara este pecado contra ellos. Así nosotros, si queremos conservar la gracia, debemos rezar por nuestros enemigos. Si no te compadeces de un pecador que va a sufrir en las llamas, entonces no llevas la gracia del Espíritu Santo, sino un espíritu maligno; y mientras vivas, debes librarte de sus garras mediante el arrepentimiento.