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  • Había comprado dos chimpancés machos a una colonia de primates de Holanda. Vivieron uno junto al otro en jaulas separadas durante varios meses antes de que utilizara a uno como donante [de corazón]. Cuando lo pusimos a dormir en su jaula para preparar la operación, parloteaba y lloraba sin cesar. No le dimos ninguna importancia, pero debió de impresionar mucho a su compañero, porque cuando llevamos el cadáver al quirófano, el otro chimpancé lloró amargamente y estuvo inconsolable durante días. El incidente me impresionó profundamente. Juré no volver a experimentar con criaturas tan sensibles.