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Quisiera insistir mucho en mi convicción de que la era de los químicos informáticos, en la que cientos, si no miles, de químicos acudirán a la máquina de computación en lugar de al laboratorio para obtener cada vez más facetas de la información química, ya está cerca. Sólo hay un obstáculo, y es que alguien debe pagar por el tiempo de cálculo.