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Asistimos ahora, tras la lenta fermentación de cincuenta años, a una concentración de poder técnico dirigida a los determinantes esenciales de la herencia, el desarrollo y la enfermedad. Esta concentración es posible gracias a la función común de los ácidos nucleicos como comadrona molecular de todas las partículas reproductivas. De hecho, son los ácidos nucleicos los que, a pesar de su oscuridad química, están dando a la biología una unidad de la que ha carecido hasta ahora, una unidad química.