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Cuando el joven Galileo, entonces estudiante en Pisa, observó un día durante el servicio divino un candelabro que oscilaba hacia adelante y hacia atrás, y se convenció a sí mismo, contando su pulso, de que la duración de las oscilaciones era independiente del arco a través del cual se movía, ¿quién podía saber que este descubrimiento nos permitiría con el tiempo, por medio del péndulo, alcanzar una exactitud en la medición del tiempo que hasta entonces se consideraba imposible, y permitiría al marino azotado por la tormenta en los océanos más lejanos determinar en qué grado de longitud estaba navegando?