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La naturaleza parece sacar partido de las sencillas representaciones matemáticas de las leyes de simetría. Cuando uno se detiene a considerar la elegancia y la bella perfección del razonamiento matemático y lo contrasta con las complejas y trascendentales consecuencias físicas, nunca deja de surgir un profundo sentimiento de respeto por el poder de las leyes de simetría.