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Las furias están en casa en el espejo; es su dirección. Incluso el agua más clara, si es lo suficientemente profunda puede ahogar. Nunca pienses en sorprenderlas. Tu rostro, cada vez más amable, es la bandera blanca que ignoran. No hay tregua con las furias. La temperatura de un espejo es siempre cero. Es hielo en las venas. Su cámara es una radiografía. Es un cáliz que te tiende en comunión silenciosa, donde jadeante participas de una identidad cambiante que nunca te pertenece.