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"Paciencia, saltamontes", le aconsejé. "No querrás parecer demasiado ansioso". "Claro, por eso dije mañana", dijo. "Quiero volver a verte esta noche. Pero estoy dispuesto a esperar toda la noche y gran parte de mañana". Puse los ojos en blanco. "Hablo en serio", dijo. "Ni siquiera me conoces", dije. Cogí el libro de la consola central. "¿Qué te parece si te llamo cuando lo termine?" "Pero si ni siquiera tienes mi número de teléfono", me dijo. "Sospecho que lo has escrito en este libro", y esbozó una sonrisa bobalicona. "Y dices que no nos conocemos".