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Las máquinas de escribir son un auténtico romanticismo, y no sólo por su transformación de torpes gigantes en ágiles enanos, sino por la historia de su fabricación, llena de incursiones, batallas, pioneros solitarios, grandes apuestas, esperanza, miedo, desesperación y triunfo. Si algunas de nuestras novelas pudieran ser escritas por las máquinas de escribir en lugar de en ellas, cuánto mejor serían.