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  • Nunca discuto con un hombre con el deseo de oírle decir lo que está mal, o para desenmascararle y obtener la victoria sobre él. Siempre que me enfrento a un adversario en un debate rezo en silencio: Oh Señor, ayúdale para que la verdad fluya de su corazón y de su lengua, y para que si la verdad está de mi parte, él me siga; y si la verdad está de su parte, yo le siga.