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La razón fundamental por la que el dióxido de carbono en la atmósfera es tan importante para la biología es que hay muy poco. Un campo de maíz que crece a pleno sol en pleno día consume todo el dióxido de carbono que hay en un metro a la redonda en unos cinco minutos. Si el aire no estuviera constantemente agitado por las corrientes de convección y los vientos, el maíz dejaría de crecer.