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Al hombre moderno le gusta fingir que su pensamiento es despierto. Pero este pensamiento despierto nos ha conducido a los laberintos de una pesadilla en la que las cámaras de tortura se repiten sin cesar en los espejos de la razón.
Al hombre moderno le gusta fingir que su pensamiento es despierto. Pero este pensamiento despierto nos ha conducido a los laberintos de una pesadilla en la que las cámaras de tortura se repiten sin cesar en los espejos de la razón.