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Quien ama el erizarse de las bayonetas sólo ve en el brillo lo que de antemano siente en su corazón. Es la avaricia y el odio; es ese labio tembloroso, ese ojo frío y odioso, que construyó polvorines y polvorines.
Quien ama el erizarse de las bayonetas sólo ve en el brillo lo que de antemano siente en su corazón. Es la avaricia y el odio; es ese labio tembloroso, ese ojo frío y odioso, que construyó polvorines y polvorines.