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El ideal establecido por el Partido era algo enorme, terrible y resplandeciente -un mundo de acero y hormigón, de máquinas monstruosas y armas aterradoras-, una nación de guerreros y fanáticos, marchando hacia adelante en perfecta unidad, todos pensando lo mismo y gritando las mismas consignas, trabajando perpetuamente, luchando, triunfando, persiguiendo... trescientos millones de personas todas con el mismo rostro.