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No espere que su libro salga bien a la primera. Ponte manos a la obra y renuévalo o reescríbelo. Dios sólo exhibe sus truenos y relámpagos a intervalos, y por eso siempre llaman la atención. Son los adjetivos de Dios. Truenas y relampagueas demasiado; el lector deja de meterse debajo de la cama, al cabo de un tiempo.