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Me gusta el poema en la página y no en el podio. Me gusta dirigirme al poema en paz y tranquilidad, no en el borde de una silla plegable con la vejiga llena. No soporto escuchar un poema que no puedo ver. Hice una lectura en Wayne State, y terminó con la comedia que merecen tales ocasiones. Me había sentado en un banco de piano, y descubrí al intentar levantarme al final que el barniz se había reblandecido y me había atascado rápido. La bisagra estaba hacia delante, bajo mis rodillas, de modo que al intentar levantarme sólo abrí la tapa.