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En su lucha por la dignidad humana, los oprimidos del mundo no deben amargarse ni entregarse a campañas de odio. Tomar represalias con odio y amargura no haría más que intensificar el odio en el mundo. En el camino de la vida, alguien debe tener el sentido y la moral suficientes para cortar la cadena del odio. Esto sólo puede hacerse proyectando la ética del amor al centro de nuestras vidas.