-
Escribo a los ochenta y cinco años por las mismas razones que me impulsaron a escribir a los cuarenta y cinco; nací con un deseo apasionado de comunicar, de organizar la experiencia, de contar historias que dramatizaran las aventuras que los lectores podrían haber vivido. He sido ese hombre antiguo que se sentaba por la noche junto a la hoguera y obsequiaba a los cazadores con recitados imaginativos sobre sus proezas. La función de un manzano es dar manzanas. El trabajo de un narrador es contar historias, y yo me he concentrado en esa obligación.