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La naturaleza no se deja conquistar, sino que se entrega libremente a su verdadero amante, a aquel que se deleita con ella, se baña en sus mares, navega por sus ríos, acampa en sus bosques y, sin fines mercenarios, lo acepta todo.
La naturaleza no se deja conquistar, sino que se entrega libremente a su verdadero amante, a aquel que se deleita con ella, se baña en sus mares, navega por sus ríos, acampa en sus bosques y, sin fines mercenarios, lo acepta todo.