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  • La verdadera sabiduría del filósofo debería insistir en disfrutarlo todo. Sin embargo, nos aplicamos a diseccionar y destruir todo lo que es bueno en sí mismo, lo que tiene virtud, aunque la virtud esté en meras ilusiones. La naturaleza nos da esta vida como un juguete a un niño débil. Queremos ver cómo funciona todo; lo rompemos todo. Quedan en nuestras manos, y ante nuestros ojos, estúpidos y abiertos demasiado tarde, los restos estériles, fragmentos que no volverán a formar un todo. Lo bueno es tan sencillo.