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La naturaleza no es sentimentalista, no nos consiente ni nos mima. Debemos ver que el mundo es áspero y hosco, y no le importará ahogar a un hombre o a una mujer; pero se traga tu barco como un grano de polvo. El frío, desconsiderado con las personas, hormiguea la sangre, entumece los pies, hiela a un hombre como a una manzana. Las enfermedades, los elementos, la fortuna, la gravedad, el rayo, no respetan a las personas.